¿Quién querría seguir leyendo las Obviedades Ignoradas por siempre?
Hace unos días mi gran hermano Raúl habría cumplido 50, eso me hizo pensar en muchas cosas y una de ellas nos atañe a todos. La humanidad ha cambiado sus prioridades y es muy notorio. Las tres fundamentales solían ser: Evitar la invasión extranjera, que no pegara la peste y acabara en meses con un tercio de la población (sí, el 33%), y que no hubiera tal hambruna que acabara con los restantes. Hoy estos problemas son casi irrelevantes, aun si nos quieren hacer creer lo contrario.
Sí, mueren 5 millones de niños por desnutrición al año, pero no porque el mundo carezca de alimentos. Si bien hoy hay un virus que ha matado al 0.0004% de la población mundial y tiene a todos aterrados, para nada sufrimos lo que la civilización Europa sufrió con la peste en la edad media. Cierto, el ser humano sigue de peleonero, pero hoy es impensable que Francia invada Inglaterra, que EUA colonice Argentina, o que México se apañe Centroamérica. Ya no hay guerra, ni hambre, ni enfermedad suficientes para que eso consuma nuestro pensamiento como especie.
Ahora nos importan tres cosas diferentes: la juventud eterna, colonizar el espacio y la inmortalidad. Pero esto no es algo nuevo, ni siquiera algo que una persona medianamente aguzada, pudiera pasar por alto. Lo que ocupa mi mente desde hace varios días, es si nos conviene tener estas prioridades. ¿No hay cosas más importantes? ¿Acaso me sumaría a alguno de estos esfuerzos?
La juventud perenne es cosa de viejos; si alguien quiere mantener un cuerpo de veinteañero a toda costa, incluso si aún no llega a la treintena, será alguien viejo de actitud. Una característica de la juventud es, precisamente, no preocuparse por envejecer; los jóvenes se comportan como si fueran a vivir eternamente. Si te preocupa la edad es porque ya se te pasó la juventud.
¿Viajar al espacio a fundar una civilización? Es ir a volverse esclavo de los cambios de gravedad, de la ausencia de ecosistemas, de la lejanía, del aislamiento, y de las máquinas (ya sé, no parece tan diferente a estar aquí, pero sí que lo es). Además, no creo ser un gran candidato.
La inmortalidad, ¿morir solo por accidente o asesinato?, esta sí que suena tentadora, pero si vamos tan sólo un poco a profundidad, resulta inevitable encontrar los siguientes inconvenientes:
- ¿Quién en pleno uso de sus facultades, quiere pagar impuestos por el resto de los tiempos?
- Es apabullante la perspectiva de leer y escuchar idioteces a mi alrededor, hasta la eternidad.
- Llevo tres divorcios y no me espantan otros dos o tres, pero ¿llegar a treinta o a doscientos?
- Y luego ¿Cómo cubrir las pensiones si a partir de los 45 ya nadie lo contrata a uno? Sería complicado durar dos mil años esperando el accidente fatal, desde el desempleo.
- La vida sin límite de tiempo no implica creatividad sin límite ¿aguantar a Luismi repetirse por milenios?, ¿o una y otra película de Derbez o un programa del tal Brozo, sin poder morir del asco?
- No es emocionante vivir longevidades tan aterrado por la muerte, al grado de no aceptar morir.
- Mis decenas de familiares y amigos amados, como yo, son de los que creen que el mundo no los necesita tanto. De darme repentinamente más importancia, me quedaría muy solo.
- Saber que ciertas personas seguirán y seguirán y seguirán, me obligaría a volverme asesino serial.
- ¿Nunca parar de verificar el auto, sacar pasaporte, cambiar identificación, y todos esos trámites?
Sinceramente no veo el sentido en estos tres nuevos objetivos, me interesaría más erradicar la estupidez (asumiendo lo estúpido que soy), la avaricia (no, el objetivo NO es gastar lo menos y obtener lo más), la corrupción (lo siento, hay que estacionarse a una cuadra y caminar, o pagar la multa, pero no la mordida), aumentar la disponibilidad y las capacidades sexuales (imagine el lector un mundo donde todos disfrutaron de su sano mañanero ¡cuánta felicidad!)… ¡Me han convencido, sabios lectores!, nomás con el hecho de leerme: Ya me valen un cacahuate la muerte, la vejez, el hambre, la enfermedad, el espacio y, por supuesto, la inmortalidad. !Luego te alcanzo, Raulito!
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