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  • Foto del escritorFernando Helguera

UN ASUNTO DE TELENOVELA

Para todos aquellos que gustan de hacer drama.

En la semana tuve junta con una cliente y, hablando de las instalaciones especiales para su casa, dijo que solo quería una pantalla en la sala familiar porque “no ve tele”. Hoy en día es una rareza que eso suceda; como yo no veo tele me pongo feliz si alguien coincide conmigo.


Le pregunté para qué la usaría entonces y me contestó que para ver series, documentales de History Channel y noticieros del mundo. Inmediatamente me sentí defraudado, pues si eso no es ver tele, ¿entonces qué lo es? ¿Ver tele abierta? No es la primera vez que me desilusiono, también me han tocado quienes dicen que sólo ven deportes.


Aclaro, no digo que sea mejor la persona que evita ver la tele, o que no tenga sus beneficios volverse un autómata babeante de vez en cuando, para olvidarse del tren de vida cotidiana que exige tanto de nosotros en términos de productividad, virtuosismo social, estilo de vida, y superación personal. Partiendo de que todo tiene su lado bueno y su lado malo, habrá que seguir los dictados de nuestro corazón, como dicta el liberalismo. El cliente tiene la razón.


Les cuento: a los 12 años dejé de ver tele por más de una razón: primera, noté que me querían ver la cara de estúpido con sus argumentos y manejos; segunda, un día me caché con cara de retardado viendo la pantalla y no me gustó que tuvieran razón; tercera, en los 70’s era común que me sintiera solo y deprimido al terminar de una sesión entre Chabelo, Odisea Burbujas y las caricaturas; cuarta y determinante, soñé que los Picapiedra me iban a visitar y, mientras bailaba con ellos, se convertían en plantas carnívoras que se comían a toda mi familia de forma sangrienta.


No vi más tele, ni en mi casa ni en casa ajena, hasta pasados los cuarenta; me recomendaron ver la serie LOST. En cosa de tres capítulos (por no decir 15 minutos) estaba perdido. Me aventé las seis temporadas, noche a noche, a veces hasta dos horas antes de sonar el despertador… quien vive maratones de series sabe a lo que me refiero. Se abrió un mundo de posibilidades que exploraría durante dos o tres años, en que pude ver telenovelas de ajedrecistas, de zombis, de narcos barrio y de narcos elegantes, de súper héroes, de policías y ladrones, de chicas que viajan en el tiempo, de brujas modernas, de asesinos en serie, de la Casa Blanca y de cualquier tema que se nos ocurra. Gran parte de ellas echa bajo la fórmula para la adicción, con excelente manufactura, actores de primera, realizadas por gente de talento, pagando los sueldos que ya el cine no puede pagar, y convenciendo a los más cultos y versados en las artes de que, al ver series, no están viendo la tele.


Algo extremo: en un documental de leopardos del National Geographic el narrador describe la secuencia en que el felino persigue a su presa, el antílope, como si hablara de un asesino serial que persigue a una sexy veinteañera en minifalda, para violarla, asesinarla y comérsela en dos bocados. Estos documentales amarillistas presentan mucha información muy mal interpretada y de forma tendenciosa. Cierre los ojos el lector, y por puro oído no sabrá distinguir si se trata de un documental de hipopótamos, de los egipcios, o de la serie de Luismi.


Hace varios años dejé otra vez la tele, sólo que ahora los técnicos de Clarovideo fueron quienes se merendaron a mi familia. Uso la pantalla para ver mi colección de DVD’s (cientos de películas cuidadosamente elegidas). A mi cliente no le dije que eso también es ver tele, cuidando la chamba; bastante gente, cuando le dices que las series son telenovelas híper evolucionadas, se ofende en el intelecto y defiende su obligación y derecho irrelevante a la televidencia, como símbolo de diversión, de aceptación social, y para satisfacción de sus bajos instintos. ¿Por qué tales reacciones?


Muchos me han dicho que haga videos de las Obviedades, o cuando menos audiolibros, lo cual implica algo similar a hacer una serie… opté por dividirlas en temporadas, aunque no puedo asegurarles que, con tal de tener audiencia, acaben siendo las Obviedades Telenoveladas.

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